ACTIVIDAD N°3(31 DE AGOSTO AL 11 DE SEPTIEMBRE)
1.
¿De qué habla la
leyenda?
2.
¿Por qué se van
los tehuelches? ¿Por qué se trasladaban de un lugar a otro? ¿En busca de qué se
movían?
3.
¿Por qué Koonek
no los acompaña?
4.
¿Qué pasaba con
Koonek mientras el invierno transcurría?
5.
¿Por qué se
fueron los pájaros?
6.
¿Alguno de
ustedes probó alguna vez el calafate?
7.
¿Para qué se usa?
8.
¿ Se parecen las
versiones de la leyenda, audio y texto?
Buscar en el diccionario las
palabras que no conozcas del texto : “LA LEYENDA DEL CALAFATE”.
SEMANA DEL 17 AL 28 DE AGOSTO
2.
¿Qué elementos se
describen?
3.
¿Qué tipo de
problemática se narra?
4. ¿Cómo se soluciona el problema?
5. ¿Qué conclusión podemos sacar?
La estructura de una
leyenda se divide en introducción, desarrollo y desenlace.
Introducción: Aquí se establece el tiempo, el lugar de los hechos y se caracterizan a los personajes protagonistas.
Desarrollo: Se desarrollan los acontecimientos planteados en la introducción, los personajes se ven envueltos en conflictos y actúan en función del objetivo que persiguen.
Desenlace: Después de llevar acabo una serie de acciones para resolver el conflicto se llega a una situación final, el cual puede quedar abierto para próximas narraciones. Ocurre una transformación puede tener un final feliz o trágico, positivo o negativo.
SEMANA DEL 3 AL 14 DE AGOSTO
NOS ZAMBULLIMOS EN EL MÁGICO MUNDO DE LAS LEYENDAS
•
Respondemos:
1.
¿Qué es una
leyenda?
2.
¿Cuándo comienza
a utilizarse?
3.
¿Podemos sacar
alguna lección de las leyendas?
4.
¿Existe alguna
leyenda de tu provincia?
5.
¿Cómo se
trasmiten, es decir, cómo han llegado hasta nosotros?
6.
¿Es importante en
una leyenda conocer con exactitud el tiempo y el lugar en el que suceden? ¿Por
qué?
7.
¿Qué significa
que la leyenda es un “PATRIMONIO INMATERIAL DE LA HUMANIDAD?
•
Leemos la
siguiente leyenda y dibujamos:
La leyenda del calafate
Según relato de sus karlem-shenik (así llamaban los tehuelches a las historias que los ancianos contaban a los niños, evocando los remotos tiempos en que andaban a pie), un prematuro invierno sorprendió a una tribu cuando todavía se encontraba cazando por el interior. Apremiados por el mal tiempo, los indios decidieron regresar apresuradamente a los sitios en que solían invernar, pero la marcha se vio entorpecida a causa de los achaques que afectaban a una vieja integrante de la tribu que debido al frío y a la nieve apenas podía caminar. Además, este personaje ejercía la brujería, actividad que entre ellos, si bien era respetada, también era mal vista, porque les inspiraba temor y desconfianza. En consecuencia el cacique, de acuerdo con sus atribuciones y costumbres, convocó a una asamblea y ésta resolvió que la bruja quedara abandonada a su suerte. Cumpliendo con el tradicional requisito que en estos casos se seguía para con los ancianos impedidos de seguir a la tribu, se construyó un pequeño toldo al reparo de un bosque de matorrales, junto a los cuales serpenteaba el agua de un manantial. Apilaron leña, encendieron un fogón y la abastecieron de carne y otros alimentos a fin de que pudiera subsistir por algún tiempo, por lo menos hasta que la tribu partiera y estuviera lejos de allí cuando muriera y su espíritu no la encontrara para importunarla.
Al quedar abandonada, aún
vivían entre los matorrales muchos pajaritos, pero cuando se repitieron las nevazones
todos se alejaron. A partir de ese momento la soledad y el más absoluto
silencio se enseñorearon del lugar, causando gran disgusto, amargura y tristeza
a la desventurada anciana.
Pese a que había quedado sola
y abandonada en tan precario refugio, y en pleno invierno, escarbando raíces y
recogiendo yuyos se las ingenió para sobrevivir a las inclemencias, penurias y
privaciones a las que la sometió la estación invernal.
Al llegar la primavera los
pajaritos retornaron a sus paraderos y se instalaron nuevamente entre los
matorrales que rodeaban el toldo.
Al verlos, la anciana se
alegró mucho de volver a disfrutar de su compañía. Como era
bruja, sabía entenderse con
ellos y les preguntó por qué se habían alejado. Las aves le
respondieron que se habían marchado
porque de quedarse allí se hubieran muerto de hambre pues en invierno, cuando
la nieve todo lo cubre, no encontraban nada para comer.
Entonces la anciana les dijo
que si prometían no volver a abandonarla, a su debido tiempo les mostraría un
alimento que ellos no conocían pero que era muy abundante.
Así fue cómo al finalizar el verano, cuando los pajaritos reunidos en bandadas comenzaban nuevamente a emigrar -los más precavidos ya se habían marchado-, ella reunió a los que quedaban y les mostró las azules bayas de que estaban llenas las ramas de los calafates.
Tomando algunas en sus manos,
las estrujó y ofreció a los pajaritos las jugosas semillas, que todos comieron
con avidez y sin ningún temor hasta quedar satisfechos.
A partir de entonces ninguno de
los que comieron esa fruta pensó en emigrar. Todos se quedaron entre los
matorrales a la espera de que sus ramas volvieran a poblarse con las deliciosas
bayas que les había enseñado a comer la bruja india.
Experimentaron tan intenso
deseo de volver a probar ese alimento que desde entonces, y aun cuando la nieve
alcanza a cubrir totalmente los matorrales, puede comprobarse que los pajaritos
siguen revoloteando en su interior, confiando en que la generosidad del
calafate les recompensará con creces su sacrificio invernal y en que al
finalizar el verano volverán a banquetearse opíparamente con las sustanciosas
bayas azules que producen sus ramas.
Las aves que emigran, si bien
no comen directamente el fruto buscándolo en las ramas de la planta, como
ocurre con el chorlo, tienen sobrada ocasión de probar alguna de las que
arrastra el viento. Por esta razón los indios creían que quedaban embrujados y
todos los años volvían a visitar la Patagonia.
Las aves regionales que no
emigran, como el caso del chingolo y la calandria, anualmente ratifican esta
antiquísima leyenda, pues cuando maduran las frutas, al finalizar el verano,
todas -a excepción de las carroñeras-, incluso el gigantesco ñandú, lucen sus
picos teñidos de un intenso y llamativo color azul. De aquí parte el embrujo,
de algo muy asociado a lo místico de la Patagonia, que uno no se puede separar
y no nos permite que nos marchemos por mucho tiempo. Pero el hechizo es tan
fuerte, de esta planta, que es tradición quien come sus frutos, estará
destinado a regresar a la Patagonia.
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